Internacional

Queda desconcertada la ciudad del copiloto del avión siniestrado

The New York Times News Service

2015-03-30

Montabaur, Alemania— Cuando los empleados de Burger King de esta ciudad, ubicada entre Frankfurt y Cologne escucharon que uno de sus compañeros de trabajo iba en el vuelo de Germanwings que se estrelló en los Alpes Franceses la semana pasada, escribieron una tarjeta de condolencias.
Luego, los empleados escucharon que se cree que Andreas Lubitz, el copiloto del avión, quien en algún tiempo trabajó medio tiempo como cocinero en el restaurante, provocó deliberadamente la muerte de 149 personas que iban en el Airbus A320.
Detlef Adolf, el encargado del restaurante, decidió que era mejor no enviar la tarjeta.
El dilema que enfrentan los trabajadores de Burger King es un pequeño indicio del conflicto de emociones que ha abrumado a esta ciudad de aproximadamente 15 mil habitantes, cuando se enteraron que un hombre de este lugar al que conocieron y era reservado y amable -si es que lo conocieron bien- podría ser un asesino masivo.
Mientras que otras comunidades, incluyendo algunas cercanas, lamentan a los vecinos y familiares que perecieron, Montabaur está experimentando una mezcla de desconcierto, pena, vergüenza y rabia ante su inesperada y no bien recibida notoriedad.
Existe simpatía por los padres de Lubitz, quienes viven en una pulcra casa de dos pisos con estuco que tiene un jardín decorativo y cuidadosamente atendido, en un próspero barrio.
Hay resentimiento, aunque muchos dicen que es apresurado juzgar a Lubitz antes de conocer todos los hechos.
Y también sienten rabia por la arremetida de los medios de comunicación que durante varios días provocaron que fuera casi imposible caminar por la antigua y pintoresca plaza empedrada de la ciudad, sin ser acosados por un grupo de camarógrafos que buscaban la reacción de la localidad.
El reverendo Michael Dietrich, pastor de una iglesia luterana que está en las orillas del poblado en donde la madre de Lubitz tocó el órgano en algunas ocasiones, trató de referirse al dilema espiritual durante su sermón habitual el domingo por la mañana.
“¿A dónde podríamos irnos?”, dijo. “¿A dónde podríamos irnos?”.
La pregunta fue planteada para las familias de las víctimas, dijo Dietrich “también para la familia del copiloto Lubitz, a quien muchos de nosotros conocimos personalmente”.
Hizo notar que en los últimos días él también había sido asediado por los periodistas que buscaban información acerca de las familias, Dietrich comentó que no supo qué decirles.  “Hay muchas preguntas sin respuesta”, dijo.

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