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Armando Fuentes, el hombre que fue ‘Catón’ por casualidad

Marco Antonio López
El Diario

2015-03-28

Si tú le preguntas a “Catón” si alguna vez se imaginó que llegaría a vivir de lo que escribe, la respuesta inmediata y sincera será un “no”. Te dirá también que nunca le pasó por la cabeza que él empezó a escribir porque leía y porque el que lee, naturalmente escribe.
Esa será la respuesta de Catón un 28 de marzo de 2015, fecha en la que ya tendrá borroso el dato sobre cuándo empezó en el oficio de escribir. Sabe que son más de 60 años, sin detenerse a pensarlo mucho.
Pero Catón no siempre fue Catón. No nació con su columna –De política y cosas peores– que es reproducida todos los días en 125 periódicos del país.
Antes de serlo, el hombre del cabello plata a fuerza de canas y de años, que además han arqueado su espalda, ese del tono solemne que habla entonando las sílabas que quiere destacar, que da voz a sus personajes con diálogos impecables como si él mismo fuera una columna impresa, de tal manera que parece que en vez de oírlo lo estás leyendo, ese hombre antes fue otro hombre: Armando Fuentes Aguirre, y estudió para ser abogado.
Circunstancias, dice él, casualidades más que otra cosa, lo montaron en el tren imparable de la palabra escrita. No fue algo más complejo.
La memoria privilegiada lo traslada a lugares remotos en el tiempo con lujo de detalles. Recuerda una ópera, de las que no se perdía, en la que conoció a un hombre porque compartieron taxi.
Bellas Artes se mojaba con la lluvia de la capital del país, y aquellas dos personas adentro de un automóvil que –piensa Catón–, no tenían nada que compartir, a partir de ahí hablaron de ópera con una taza de café cada noche después de un concierto.
Ese hombre era crítico de arte y escribía una columna que un día, cuando no pudo ir a un concierto, le pidió a aquel desconocido Armando Fuentes que la escribiera.
La tinta sobre el papel –dice–, su nombre grabado sobre su texto, la emoción, no se le olvida. Emoción que, además, no ha querido dejar de sentir desde aquella noche lluviosa de principios de la década de 1960.
Catón es el articulista más leído del país. Además, el más querido. Ayer que visitó esta frontera en el marco de la Primera Jornada Estatal de Periodismo, todavía no decía una sola palabra cuando el auditorio se deshacía en aplausos.
Después, los asistentes se transformaron en risas y, al final, un silencio que amordazaba el llanto. Así es Catón, una montaña rusa de emociones.
Pero hay algo más, es también un mensaje contundente envuelto para regalo en infinitas historias.
El golpe lo dio entre risa y risa: México está en crisis, lo dijo pero no pareció tan grave. Con su suave –pero alta y sobre todo clara– voz le dijo a un auditorio expectante que este país adolece por la economía, por la política, por el crimen, la violencia y la corrupción.
Dijo, alargando sílabas como colmillos incisivos, que los mexicanos somos escépticos y pesimistas. Todo eso dijo disfrazado de chiste y los asistentes, tal vez sin darse cuenta, soltaron carcajadas de su desgracia.
Ese es Catón, el hombre que sabe acercarse a la gente, el que sabe cómo hablarle, el que sabe mejor que cualquiera cómo comunicarse a pesar de que no lo estudió en la universidad. El abogado que fue periodista y además el más leído.
Pero fueron circunstancias, insiste, casualidades. El director del periódico El Sol del Norte de su ciudad natal, Saltillo, le firmó su columna como Catón sin que él supiera. Desde 1961 lleva ese sobrenombre por el que lo conocen más que por Armando, y que además no escogió.
Al finalizar, un asistente a su conferencia de ayer le pidió que le contara la historia de sus abuelos, esa que escribió hace años. Catón concedió, pero su voz cambió, el tono solemne se tornó familiar, agradeció el cariño y se dijo halagado.
El que hablaba era Armando Fuentes, sin entonar ya las sílabas, sin subir ni bajar el volumen. En un relato improvisado habló aquél que nació en Saltillo un 8 de julio de 1938, y el público de esta ciudad se lo agradeció de pie, deshecho, igual o más contundente que al principio, en aplausos.

mlopez@redaccion.diario.com.mx

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