Opinion

El detonante del progreso

MIRIAM A. ORNELAS
Ingeniera industrial y abogada

2014-04-17

De acuerdo a ciertas notas publicadas por El Diario de Juárez la creación de empleos en nuestro estado de Chihuahua ha bajado su ritmo según se desprende de datos comparativos expuestos a la luz pública por el Instituto Mexicano del Seguro Social, lo cual puede ser tomado como una mala noticia si se olvida el entorno en que transita la actividad económica de nuestra región.
Tenemos que durante el primer trimestre del 2014 se generaron 6 mil 497 empleos directos que, comparándolos con los 10 mil 279 que se crearon en el mismo período del año 2013, el comportamiento se traduce en una desaceleración del 37 %, lo cual puede ser desalentador ya que de acuerdo a la propaganda gubernamental sobre las supuestas bondades de las reformas constitucionales realizadas, parece que éstas han tenido en la realidad un efecto contrario.
Por ningún lado se ve la creación de más y mejor pagados puestos de trabajo y más bien da la impresión que no hemos llegado a las cifras de empleo que se produjeron antes de la crisis de criminalidad y violencia que se abate sobre nuestro estado desde el año 2007 y que, a pesar de los esfuerzos realizados por el gobierno de César Duarte, no se ha podido superar del todo.
Sin embargo, debemos de considerar que en un panorama nacional de desempleo el crecimiento de los puestos laborales, por pequeño que éste sea, es un buen síntoma que no debe desdeñarse del todo, aunque no corresponda a nuestra expectativa; por lo menos el índice de desempleo no ha empeorado y aunque la mejoría sea menor, el empleo no ha dejado de crecer y eso es mucho decir. Generalmente, cualquier país que experimente un clima de criminalidad y violencia sufre un derrumbe en su actividad económica que se traduce inmediatamente en la pérdida de puestos de trabajo y en el abaratamiento de la mano de obra de cualquier ocupación y oficio, y quienes se ven más afectados con esta depreciación son las personas que ocupan puestos con salarios más elevados, porque los trabajadores especializados aceptan sueldos más modestos y peor remunerados con tal de conseguir trabajo.
Cualquier trabajo, lo que sea para poder llevar el diario sustento a sus familias, aunque se disminuya la calidad de vida y se supriman ciertos gustos que ya no serán lujos de ningún modo, pero al menos se sobrevive mientras crece la esperanza de que la crisis pase.
Chihuahua no puede sustraerse de la dificultad laboral y en todo momento son las fuerzas del mercado las que fijan los precios de todos los bienes y servicios que inciden en el mercado, ya sea comercial o laboral. Ninguna de las reformas implementadas por el presidente Enrique Peña Nieto pueden funcionar si antes no se supera la ola delictiva y de violencia que padecemos, porque las grandes inversiones no se aposentan en comarcas donde la paz y la seguridad públicas no imperen. Total, existen otras muchas regiones del planeta a las cuales pueden emigrar con sus empresas.
La paz y la seguridad jurídica y personal son los síntomas más acuciados del progreso de cualquier conglomerado social y tan es cierto este principio económico básico, que, por citar un pequeño ejemplo, el precio del limón se disparó de los seis a los sesenta y dos pesos por kilo en virtud del estado de violencia extrema que se vive en Michoacán, que es una de las principales regiones productoras del popular cítrico y donde la lucha que libran la mafia de los caballeros templarios y las milicias populares de autodefensas ha obstaculizado las cosechas. Cuando la balanza de la victoria se inclinó a las autodefensas, el precio de los limones ha bajado a los veinte pesos por kilo pero todavía no ha descendido a los niveles de seis pesos que tenía antes de la crisis y algo parecido sucedió con los huevos y el aguacate, cuyos precios se encuentran aferrados a las alturas.
Sin embargo, algunos estudiosos de la economía nacional como lo es el licenciado Alfonso Arenaza Cortés, tienen la impresión que la velocidad en la creación de empleos disminuyó debido en parte a la desconfianza que generó la reforma fiscal implementada por el gobierno federal y a la falta de estímulos para alentar el establecimiento de los grandes capitales extranjeros que recelan de utilizar la mano de obra barata que existe y tiene razón, y volvemos nuevamente a la paz y la seguridad social que no se han recobrado de manera plena. Los empresarios son valientes y competitivos, y aún en mercados más duros, arriesgan la pérdida de sus capitales, pero no aventuran perder su libertad y hasta su vida, o la de sus familias, debido al elevado índice de extorsiones y secuestros que aún ocurren. Por eso la paz y la seguridad pública son el detonante del progreso, porque permiten a la gente trabajar.

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