Opinion

Definiciones: 2015-2018

Raymundo Riva Palacio
Analista político

2014-07-20

Distrito Federal– El presidente Enrique Peña Nieto está a días de concluir la primera fase de su gobierno, que no debe medirse por calendario, sino por las etapas de su estrategia: sacar las reformas que cambiarán el organismo, el esqueleto y el cuerpo institucional de México, ganar las elecciones federales de 2015, construir su candidato presidencial, ganar las elecciones presidenciales de 2018, y consolidar transexenalmente a su grupo político. Tan clara la ruta, tan compleja por las definiciones que requiere para su ejecución.
La primera fase terminará con la promulgación de la reforma energética, posiblemente en agosto, que ya empató con la siguiente etapa, la primera selección de subsecretarios y servidores públicos, que deberán renunciar para que constitucionalmente puedan aspirar a una diputación federal. En varias oficinas del olimpo presidencial ya tienen la primera lista sobre quiénes darán el salto, pero sobre los principales nombres para el 2018, aún no hay decisión.
El presidente Enrique Peña Nieto debe decidir qué hará con lo que llaman la Presidencia tripartita, que descansa sobre tres pilares: los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, de Hacienda, Luis Videgaray, y el jefe de la Oficina presidencial, Aurelio Nuño. Originalmente sólo eran los dos primeros, pero en el último año, por méritos propios, se incorporó Nuño. ¿Qué tiene en mente Peña Nieto para ellos? En los más altos niveles del gobierno no saben nada de cierto. Ni siquiera en sus equipos más cercanos están claros de lo que pasará, aunque los principales no están quietos. Desde hace semanas un cuarto de guerra en Gobernación elabora escenarios para Osorio Chong, y Videgaray encargó una encuesta que midiera sus posibilidades políticas futuras.
La Presidencia tripartita ha hecho un trabajo ejecutivo dividiéndose responsabilidades políticas. Aunque la tarea se supone exclusiva de Osorio Chong, no es sólo de él. El secretario de Gobernación tiene la negociación en el Senado, pero Videgaray la de la Cámara de Diputados. Una parte de Michoacán la tiene Osorio Chong, aunque el comisionado federal abreva en la oficina de Nuño. Videgaray es responsable de Guerrero, pero también de la negociación con los líderes de los partidos –junto con Nuño– de las reformas, y no sólo las económicas. Osorio Chong y Videgaray tienen la mano muy dura con los gobernadores priistas, pero el secretario de Gobernación, por definición, sólo tiene garrote, mientras que el de Hacienda, también tiene una zanahoria.
Ninguno de los dos secretarios, de acuerdo con las encuestas, tendría posibilidad alguna de ganar hoy una elección presidencial. En ambos casos, Peña Nieto tendrá que trabajar en la construcción de la candidatura para alguno de ellos, en el entendido que el primer gran problema que tiene es que ninguno es como él: carecen de su apelación natural con el electorado y de su peculiaridad telegénica. También sabe que para construir esa candidatura, necesita pasar la estación de las elecciones en 2015. La pregunta que habría que hacerse es si mueve a uno de ellos, o a los dos, a otros cargos.
Videgaray, el secretario más sofisticado que tiene Peña Nieto –sólo el canciller José Antonio Meade se encuentra en su liga–, es su alfil más desgastado ante las élites y la opinión pública. Puede sacrificarlo, como hasta ahora, y terminar el sexenio con él, siempre y cuando que el comportamiento de la economía por el resto del sexenio comience a derramar dinero a los bolsillos de todos y evite que el hundimiento del secretario de Hacienda, sea también el suyo. Sin embargo, sería un activo desperdiciado, y el único –una vez más, salvo Meade–, ideológicamente comprometido y convencido del modelo, que pueda hacer del peñismo un proyecto transexenal. Nuño tiene también el equipaje académico y el conocimiento teórico para continuarlo, pero la edad y falta de experiencia en la tierra priista lo descartan para la silla presidencial. Su futuro inmediato debe estar en otro lado.
Osorio Chong no tiene los lastres de Videgaray. El desgaste como secretario de Gobernación y de Seguridad Pública Federal a la vez, es tan grande que pese a ser el miembro del gabinete con mayor exposición mediática en el país, muy pocos lo ven con la banda presidencial sobre el pecho. Peña Nieto tendría que moverlo para crecerlo. ¿La Secretaría de Desarrollo Social? Es una de las posibilidades que se manejan circunstancialmente, con el ejemplo en mente de Luis Donaldo Colosio, a quien construyó el ex presidente Carlos Salinas desde esa secretaría que inventó para él. ¿Líder en el Congreso? Puede ser, pero es más fácil que se pierda ahí a que prospere, porque no es lo mismo persuadir con el garrote, que con la palabra.
Otro factor de definición es, en caso que los moviera, ¿qué hará el presidente con su esquema de Presidencia tripartita? No tiene con quién remplazar uno de los pilares para mantener el equilibrio, y la salida de cualquiera de ellos significaría tener que rediseñar la operación. ¿Está listo el Presidente para dar ese paso? Nadie lo sabe aún, pero no es algo que, por los precedentes, no esté pensando. ¿Cuándo mostrará las cartas? Hasta el último momento posible, como en el estado de México, cuando hizo pública su inclinación por Eruviel Ávila en la víspera de su destape. O sea, hasta diciembre.

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