Opinion

Cuento sin fin

Adela S. González
Analista

2014-08-31

No se necesita llegar al 10 de octubre y oír el primer informe del alcalde Enrique Serrano Escobar. Tampoco un estudio pormenorizado para evaluar el estado (crítico) de la ciudad en sus fases de infraestructura, desarrollo social y económico. Una mirada con ojos de observador común lo capta todo.
Hay que esforzarse para pensar aunque sea un poquito la manera en que el presidente Serrano conduce la ciudad. Situaciones delicadas que bordan la gravedad rodean su administración desde los inicios y se convierten en secuela de antecesores.
Su laxitud para aplicar la ley es reclamo en casos como el de la regidora-pariente de la directora de Desarrollo Social Adriana Terrazas. El trato dado a Alva Melania Almazán en el otorgamiento de fondos para organizaciones civiles dedicadas a la filantropía lo rodeó de gran escándalo, que minimizó con tan solo retirarla del cargo. Sus enlaces y  actuar como sombra permanente del gobernador César Duarte; su interés por viajes nacionales y  extranjeros (China, Detroit…) se ven innecesarios y desviados de la atención que exige la ciudad.
El descarado proceder para anular todo intento de recuperar el Lienzo López  Mateos por la asociación que lo administraba, encabezada por Leonardo Villar Calvillo, queda en el imaginario de la sociedad como un ejercicio de fuerza coercitiva en contra del ex titular de Desarrollo Social, forzado a desistirse de retener por vía legal el lienzo ante la acusación de presuntas irregularidades en el área que dirigió. La comunidad lamenta que con esa acción se sepulten años de esfuerzo de la familia Villar Calvillo, con el recordado Nayo Villar, por preservar una tradición muy mexicana de la que ya pocos se ocupan. Le faltó apoyo de sus compañeros de charrería. Juárez pierde.
Se reclama al alcalde la falta de decisión para exigir cumplimiento en el Plan de Movilidad Urbana y el tan cacareado sistema de transporte que, si bien pertenece a la esfera estatal, no debe serle ajeno y, por tanto, ya podría adoptar una postura más firme ante el Estado. Poco se ha avanzado desde noviembre anterior en que se inauguró la primera línea del “nuevo” sistema de transporte público, lo cual apaga la esperanza de algún día dignificar a la ciudad modernizándolo. Prevalecen intereses políticos y económicos que acentúan la debilidad gubernamental para acabar el desorden.
Todo esto y mucho más en un tiempo que apenas llega a los once meses, y un entorno físico más arruinado por las recientes lluvias. El saldo estimado: 4 kilómetros de calles destruidas, hundimientos, sectores inundándose, intransitables; pasando por otros inconvenientes igualmente importantes como fallas en la recolección de basura en las colonias y el Centro de la ciudad; problemas con los inspectores de Comercio y los abundantes escándalos policíacos y de agentes de Tránsito por su proclividad al abuso de poder, la prepotencia y la corrupción.
¿Y los “proyectos amarrados”, y los “recursos comprometidos” que al inicio de su gestión anunció el presidente Serrano para el tantas veces dibujado Centro de Convenciones que, según sus propias palabras, incluye dos hospitales, un hotel, áreas verdes y un centro comercial? ¿Y la inacabable remodelación del Centro Histórico? ¿Y el retiro de las vías del tren y su intento de frenarle la circulación atravesando patrullas de Tránsito? ¿Y el equipamiento necesario para Bomberos, Tránsito, Limpia y demás imprescindibles para que la ciudad opere correctamente?
Ni en papel se sabe de obras importantes que el municipio pretenda, salvo “encerrar” la X y planear una feria que no promete innovaciones. Mientras hace historia el PMU, en el que se invierten millones de pesos para construir puentes, mejorar calles y cubrir con concreto miles de metros cuadrados. La gran deuda contraída compromete a las siguientes administraciones, mientras crecen dudas y sospechas de que las obras duren los veinte años de compromiso económico. Lo poco avanzado deja que desear y para entonces, ¿quién se acordará?
Cuento sin fin o círculo vicioso. La Junta de Agua y Saneamiento navega dentro de ese círculo y se adapta al “hagan ahora y lo destruiremos después”.  El hecho es que las cosas no pueden ni deben seguir en el letargo. Urge “mover a Juárez” diría el presidente Peña Nieto.

 

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