Opinion

El ultimátum

Sergio Sarmiento
Analista político y periodista

2014-11-24

Distrito Federal— Un grupo de normalistas lanzó este domingo un ultimátum al presidente Enrique Peña Nieto para que renuncie antes del 30 de noviembre pues de lo contrario intensificarán sus protestas. No veo ningún indicio de que el presidente se prepare a renunciar por lo que tendremos que alistarnos para más manifestaciones y bloqueos que, como sabemos, no afectan a los políticos pero sí a los ciudadanos de a pie.
El presidente se ha arropado en las fuerzas armadas. El 23 de noviembre se presentó en la Secretaría de Marina donde el secretario, el almirante Francisco Soberón, repudió los “actos mezquinos de quienes enmascarados en grupos minoritarios en forma encubierta laceran a nuestra nación”. El 20 de noviembre, en Campo Marte, el secretario de la defensa, el general Salvador Cienfuegos, refrendó la lealtad y el compromiso del ejército con el presidente y el gobierno.
Los grupos que nunca han aceptado la legitimidad de Peña Nieto están tratando de aprovechar su momento de debilidad. Lo que no lograron el #Yosoy132 y las violentas manifestaciones del 1ro de diciembre de 2012, parece más cercano por el movimiento de Ayotzinapa.
La cultura de la Revolución Mexicana, alimentada por los priistas durante décadas, sustenta el ánimo revolucionario. Peña Nieto afirmó el 20 de noviembre en Campo Marte: “Los mexicanos decimos no a la violencia, cualquiera que sea su origen”. Pero la afirmación resulta paradójica en un festejo dedicado a una revolución de enorme violencia.
Los grupos que exigen la renuncia del presidente citan el artículo 39 de la Constitución que, efectivamente, señala que “el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Pero la Constitución no contempla el cambio a través de la violencia sino de elecciones y enmiendas a la ley realizadas por el Congreso.
Los radicales saben que el camino electoral les será difícil o imposible de transitar. Si bien tienen la capacidad de organizar manifestaciones de decenas o cientos de miles de personas, esto no es suficiente para ganar elecciones en un país de 119 millones de habitantes. Por eso buscan un atajo. Una revuelta sin el respaldo de las fuerzas armadas parecería destinada al fracaso. Pero la renuncia parece más fácil. Si no te puedo derrocar, quítate voluntariamente del puesto.
Peña Nieto no parece tener intenciones de renunciar pese a las manifestaciones. Para empezar el artículo 86 de la Constitución establece que el cargo de presidente de la república “sólo es renunciable por causa grave”. Pero aun si el mandatario se viera obligado a dejar el poder, la gran pregunta es a quién pondrían los diputados y senadores en su lugar.
El artículo 84 constitucional dice que en caso de “falta absoluta” del presidente, el secretario de gobernación quedaría como presidente provisional. ¿Satisfaría a los radicales Miguel Ángel Osorio Chong? Lo dudo.
El Congreso tendría que nombrar después a un presidente interino, si la renuncia es antes del 1ro de diciembre, o a un presidente sustituto, para terminar el sexenio, con una mayoría de dos terceras partes. Pero ¿qué político o personaje podría obtener una mayoría calificada en el Congreso? ¿Cuauhtémoc, Andrés Manuel, Madero, Manlio Fabio?
Parece menos azaroso el camino de la Constitución. Los ciudadanos podrán votar en 2015 por una nueva Cámara de Diputados y en 2018 por un nuevo presidente. En las urnas podrán rechazar al régimen. El ultimátum no es más que una forma de tratar de acabar con la democracia.

Visión de Netflix
Reed Hastings, presidente y fundador de Netflix, estuvo ayer en México. Su empresa ha sabido entender un futuro en que el entretenimiento y la información serán accesibles en cualquier momento y por cualquier dispositivo.
Hoy Netflix, además de difundir películas de catálogo, está produciendo contenido original de gran éxito, como la serie House of Cards. Los medios tradicionales que no entiendan el cambio no sobrevivirán.

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