Opinion

Exigencias, no peticiones

Adela S. González
Analista

2014-12-21

Qué tal si como propósito de Año Nuevo las autoridades se abocan a la tarea de gobernar  haciendo bien las cosas. Sería algo inesperado, sorpresivo, cambiante e imprevisible en el sistema que se acerca al siglo de vigencia. Pero, por qué habrían de hacerlo si todo, según ellos, les sale a pedir de boca. Pero qué necesidad, dirán parodiando a Juan Gabriel, de abandonar su confort e imbuirse en el sentir de eso que llaman pueblo, al que invocan en etapas de elecciones, pueblo del que se han ido retirando en la carrera por alcanzar riqueza y poder.
Por parte de los gobernados, por qué pedir lo imposible a esos seres encumbrados a nuestra costa que contrastan con los protagonistas de las dramáticas historias que se leen en El Diario estos días de fiesta navideña. Nuestro problema es que no aprendemos y menos entendemos que se dejó pasar mucho tiempo para empezar siquiera a reflexionar y recapacitar sobre aconteceres que pudieron cambiarse con sólo imponer  transparencia, observancia y aplicación de la ley, sin distinción.
Tras los escándalos por  enriquecimiento de renombrados personajes inmersos o  vinculados al sector público, ampliamente documentados ante la sociedad, se esperan los procesos jurídicos correctos, apegados a las leyes respectivas, leyes que como todas las que conforman el vasto catálogo legislativo nacional pueden manejarse discrecionalmente, ignorarse o hacerlas a un lado porque el escribiente puso mal una coma cambiando el sentido de la frase, o bien, porque hubo algo que entorpeció “el debido proceso”. Pareciera que el Derecho en nuestro país no tiene el foco común de procurar para cada quien lo que corresponde, o séase, justicia.
Cuál sorpresa que el hermano incómodo del ex presidente Carlos Salinas sea exonerado de cualesquiera delitos dejándolo más blanco que una hoja de papel, no es primero ni último que irradia aureola de inocencia. Cuál sorpresa que un funcionario estatal declare haberse llevado a su casa mobiliario del Congreso y que lejos de enfurecer provoque risa. Cinismo mayor cuando dice “voy a entregar mas no a devolver las sillas porque yo nunca sustraje, ni robé ni un palillo al Congreso del Estado” (El Diario, 12/16).  Otro ejemplo de burla y desafío lo ofrece Mayra Chávez, presidenta de la Comisión de Justicia del Congreso local refiriéndose a la muy cuestionada “ley mordaza”, último intento de los diputados de coartar la libertad de expresión: “Si  no les gusta, está el amparo”. ¿Son estos dos especímenes, nada raros en nuestro medio, útiles a la sociedad con tantos problemas y pesares encima? Provocan náusea.
Impermeabilizados contra la crítica, los políticos caen gordos, no por el sobrepeso de sus bien cebadas humanidades sino por sus expresiones cínicas, faltas de ética, de respeto y consideración implícitas en la palabrería sosa de sus declaraciones y discursos que millones de ciudadanos rechazan por ser rollos de mentiras y verdaderas tomaduras de pelo constantemente repetidas sobre todo en los procesos electorales. Lo triste es que todavía existen incautos que creen “ahora sí” son los líderes requeridos para sacarnos de la mediocridad. Y ni para dónde voltear.
La reciente reforma electoral abrió la puerta a candidaturas independientes a partir del proceso anunciado para 2015. El  hasta ahora único solicitante de registro para una postulación al distrito electoral 03 es Sergio Rivera Figueroa, quien despertó alguna expectativa entre ciudadanos asqueados de los partidos políticos. Habrá que examinarlo con rigurosidad para precisar si es lo que dice ser y está exento de motivaciones que sirvan a otros intereses.
Reflexionemos: las fiestas decembrinas están dejando a los juarenses tareas impostergables para el siguiente año, tareas que parten de exigir, no pedir,  a las autoridades  cumplimiento del deber para el cual se comprometieron y algunos, bajo juramento; freno absoluto a los abusos oficiales, eficiencia en obras y optimización de recursos, seguridad para la seguridad (valga el juego de palabras), menos  viajes, protagonismo y reconocimientos a los gobernantes por el simple hecho de hacer su trabajo y, sobre todo, más transparencia y menos corrupción.  En año electoral, despliegue político con ética y decencia.
Esto y lo que no se menciona, demanda la sociedad al gobierno para que deje de ser el dolor nuestro de cada día.

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