Opinion

Independientes

Pascal Beltrán del Río
Analista

2015-03-05

Distrito Federal— Forzada por una opinión pública que ya da muestras de alucinarla, la partidocracia aceptó que quienes no militan en organizaciones políticas con registro puedan competir con ella por el poder.
Lo hizo a regañadientes y a paso de tortuga. Y le puso todas las restricciones imaginables.
Aun así, la figura de la candidatura independiente se abrió paso en el Club de la Partidocracia. Tuvo que entrar por la puerta de servicio, y los elegantes socios la miran como si fuera una pordiosera harapienta, pero nadie le quita el logro de ya estar adentro.
Las candidaturas independientes a nivel nacional fueron reconocidas por la Reforma Política de 2012, promulgada el 9 de agosto de aquel año, con lo cual se rompió un monopolio de más de sesenta años de los partidos políticos para proponer candidatos.
La primera ley electoral surgida de la Constitución de 1917 permitía las candidaturas independientes, pero éstas fueron anuladas después de 1946, año en que el canciller Ezequiel Padilla buscó por esa vía llegar a la Presidencia de la República.
Sin embargo, la implementación de esas candidaturas debió esperar su reglamentación, pues en 2012 únicamente se incluyó la figura en la Constitución (artículo 35), sujeta al cumplimiento de requisitos y condiciones que determinaría la ley.
La reglamentación de las candidaturas independientes fue uno de los temas de la Reforma Política de 2013-2014, cuya parte constitucional fue promulgada en enero de ese último año y las leyes secundarias, en mayo.
Desde que se dieron a conocer los requisitos y condiciones para ser candidato independiente, muchos activistas y académicos advirtieron las complicaciones que se impusieron en la ley a los aspirantes sin partido, particularmente en el tema de la recolección de firmas para registrarse.
Quienes busquen ser candidatos independientes a la Presidencia de la República –a partir de 2018– deberán reunir 1% de firmas de la lista nominal de votantes, que equivale, el día de hoy, a 822 mil firmas. Tendrán que hacerlo en 120 días. Es decir, necesitarán reunir 4.75 firmas por minuto. Y sin poder recurrir para ello a la convocatoria a través de los medios de comunicación ni tendrán acceso a recursos públicos, a diferencia de los partidos.
Una prueba de esa dificultad ya la tuvieron los aspirantes a candidatos independientes para la Cámara de Diputados. Para ellos, el porcentaje de firmas a obtener es del doble de quienes intenten ser candidatos presidenciales dentro de tres años, y el plazo para conseguirlas es de la mitad.
A finales de diciembre pasado, el Instituto Nacional Electoral dio a conocer que de 122 personas que habían manifestado sus intenciones de ser candidatos independientes a diputados federales, sólo 52 cumplieron con la elegibilidad.
A través de los reportajes de mi compañera Claudia Solera, en Excélsior, se conocieron las dificultades que enfrentaron esos aspirantes.
Su labor de ir de casa en casa para recolectar las firmas –en promedio, 91 adhesiones al día–, apoyados sólo por trabajadores voluntarios, se vio obstaculizada por la desconfianza y el desconocimiento de los electores.
A algunos incluso les aventaron a la policía, porque hubo vecinos a los que se les hizo sospechoso que recorrieran calles completas tocando los timbres.
Otros electores, dispuestos a apoyarlos, se negaron a entregarles copia de su credencial de elector, o les pidieron un apoyo económico.
Los aspirantes tenían prohibido hablar de sus propuestas a la hora de recolectar las firmas.
Pero creo que la peor respuesta que pudieron obtener de parte de los electores fue que les preguntaran “¿y usted de qué partido es?”
A reserva de conocer cuántos superaron las complicaciones impuestas por los partidos –a los que, evidentemente, no les gusta la competencia externa–, este primer ejercicio me parece exitoso porque, pese a todo, hubo mexicanos que no se arredraron.
A nivel local quizá sea mayor el éxito que a nivel federal. Por ejemplo, en Nuevo León, el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como El Bronco, logró juntar 150 mil firmas, muchas más que las 103 mil que le pedía la ley.
En el Distrito Federal habrá candidatos independientes a la Asamblea Legislativa y a algunas jefaturas delegacionales.
Es cierto que la figura ha sido usada por algunos ex militantes de partidos políticos, como el propio Rodríguez Calderón, quien fue priista, o Arne Aus Den Ruthen, quien alcanzó como panista la jefatura delegacional en Miguel Hidalgo y quiere repetir.
Sin embargo, pese a eso y a todas las piedras que los políticos tradicionales pusieron en la ruta para dificultar la existencia de candidatos independientes, el camino está abierto para competirle a la partidocracia.
Ahora el reto consiste en aprovechar ese resquicio. Usar la elección de 2015 como un laboratario para el lanzamiento de una candidatura independiente a la Presidencia en 2018.
De ganar alguno o algunos de los candidatos independientes a nivel local y federal que competirán este año, el reto no terminará ahí. Esos independientes tendrán que demostrar que son mejores que los políticos tradicionales.
Sería una lástima que después de tanto esfuerzo ciudadano para arrancarle una migaja a la partidocracia, y después de realizar una tarea hercúlea para ser candidato y ganarle a contrincantes que tienen muchas más posibilidades de competir, los independientes acabaran siendo iguales que los otros.

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