Opinion

Se pasan de listos

Pascal Beltrán del Río
Analista

2015-03-26

Distrito Federal— Yo pensé que el Partido Acción Nacional defendía las libertades individuales. De hecho, me parecía que era la única organización política en México que –formalmente, al menos– no suscribía el paternalismo al que apuestan las demás.
A juzgar por las declaraciones de esta semana de su líder nacional, Gustavo Madero, eso no es así. El PAN, como los otros partidos, cree que a los mexicanos hay que decirles qué hacer. Resulta que don Gustavo anda enojado porque el día de las elecciones va a haber futbol. Como lo lee. Usted preguntará ¿qué tiene que ver que juegue la selección con que México tenga elecciones? Yo digo que absolutamente nada, pero así es la política.
La lógica del jefe nacional panista, como la de otros políticos, es que si hay futbol el domingo 7 de junio, la gente se va a quedar echadota en su casa viendo el partido, y no va salir a votar.
En lo que concuerdo con Madero es que no hay muchos incentivos para sufragar, pero el futbol no tiene nada que ver con eso.
La culpa de que las elecciones no llamen la atención es por lo decepcionante que resulta la política.
Ya lo he escrito más de una vez en este espacio: hubo un tiempo en que las elecciones emocionaban. Para no ir tan lejos, recuerde usted los comicios intermedios de 1997, cuando la oposición arrebató al PRI las gubernaturas de Nuevo León y Querétaro, así como el control político del DF y la mayoría en la Cámara de Diputados.
Durante unos años, después de que el viejo partido de Estado cedió a la sociedad la organización de las elecciones, votar se volvió una fiesta cívica.
Sin embargo, esa sensación se fue perdiendo porque los partidos, que pelearon por la implantación de la democracia como único método para dirimir las diferencias políticas en el país, replicaron los usos y costumbres del PRI y hasta las superaron.
Los partidos se convirtieron en vehículos para lograr beneficios personales y de grupo. Eso ha provocado que los ciudadanos dejen de ver en las elecciones una forma de lograr avances sociales.
También he escrito que los mexicanos no debemos reaccionar con frustración ante tal escenario sino con arrojo.
El otro día me tocó ver en la calle cómo una mujer a quien un malandrín le había sacado el celular de la bolsa lo alcanzó y le exigió que se lo devolviera. Asustado, el bueno para nada le entregó el aparato. “Te pasas de listo”, fue lo único que le dijo a la señora.
Así debería actuar la gente ante la usurpación que han hecho los partidos de sus elecciones. Pescarlos del brazo y decirles: “Ya estuvo. Eso es mío y me lo devuelven”.
Incluso me he atrevido a proponer un sistema para que el Consejo General del INE deje de ser botín de los partidos: designar un grupo de consejeros –usted diga mediante cuál método– y dejar que sean ellos mismos los que vayan renovando la membresía, a un ritmo de uno cada determinado lapso. Como lo hace la Junta de Gobierno de la UNAM.
¡Cómo no va a estar decepcionada la gente ante el escenario que percibe! Los únicos candidatos que generan algún tipo de emoción, o al menos de interés, son los que vienen de fuera.
Nos han bombardeado con spots que no dicen nada, que ni siquiera sirven para saber cuál es la diferencia entre un partido y otro.
Por ejemplo, ¿usted sabe qué es y qué propone Movimiento Ciudadano? Como sus candidatos son de chile, de dulce y de manteca, vaya usted a saber. Pero estoy casi seguro que ha escuchado su cancioncita una y otra vez en la radio. Sí, ésa del movimiento naranja y del águila en movimiento.
Ése y los demás partidos políticos le han costado a usted decenas de miles de millones de pesos en años recientes. Y lo único que ha ocurrido con ese dinero público –que usted ha pagado, como contribuyente, supuestamente para que los partidos no se contaminen con recursos de grupos interesados en influir en las elecciones– es que ha inflado los bolsillos de algunos políticos y ha hecho crecer el desinterés ciudadano por votar.
Ahora, claro, los partidos andan preocupados porque ven que las gradas de su circo se van vaciando. Ya no queda mucha gente que les eche porras. Por eso no pueden permitir que el futbol les arrebate los reflectores.
Yo creo que Madero se quedó corto. El futbol no es lo único que puede distraer a la gente ese domingo. Debiera proponer que cierren los cines. Y, de una vez, que se prohíba ese día hacer el amor. Pero, créame, ni así acudirían los ciudadanos en masa a votar porque lo que se ofrece en las urnas no les apasiona.
El pueblo mexicano no es tonto ni flojo como creen los políticos. Puede perfectamente ver futbol y acudir a votar. El problema es que los incentivos para ir a las urnas son francamente muy pocos, y así será mientras las elecciones sean un espectáculo manejado por los partidos. En 2012 hubo un intento similar de subestimar a los ciudadanos. ¿Recuerda la propuesta, esa vez de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, de que se transmitiera el debate de candidatos presidenciales en cadena nacional? 
La idea, igual que la de posponer el partido México-Brasil, era forzar a la gente a hacerle caso a los políticos, cuando ellos —todos—han sido incapaces de generar las condiciones para que los mexicanos vean en la democracia algo que les interese.
Insisto en que la solución no es alejarse del proceso democrático sino retomarlo. Dejar de ir a las urnas, incluso con el pobre menú que habrá el domingo, es renovar la póliza de los partidos sobre el control del destino de México.
Hay que ir a votar, pero sin creer que, con eso, ha cumplido uno su deber como ciudadano.

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