CARLOS MURILLO
2015-03-28
Desde el lunes, que el Gobierno municipal anunció el concierto gratuito de Juan Gabriel en la Plaza de la Mexicaneidad, el tema se hizo viral. Toda la semana las llamadas telefónicas, los whatsappazos y los inboxs de Facebook fueron monotemáticos, como si fuera el último aliento todos preguntaban: ¿Tienes boletos?
El presidente Enrique Serrano anunció que se esperaban 120 mil almas para corear el Noa Noa y que el concierto sería completamente gratuito, pero aún así, la gente conocedora de estos eventos no quitó el dedo del renglón para conseguir los mejores lugares. Son personas que saben cómo moverse entre telones para conseguir un boleto en una buena zona o hasta un pase VIP.
Todo este proceso previo al concierto de Juan Gabriel en el que interactuamos los juarenses es muy interesante, porque es quizá el mejor laboratorio para encontrarle sentido al juego social del uso del poder, al que nadie es ajeno, porque hasta los críticos más radicales del gobierno desean un boleto VIP para disfrutar un concierto del Divo de Juárez. Todos peleamos por nuestro cachito de poder depositado en un cartón, algunos con más fuerza que otros.
En ese sentido, podrá haber discusiones épicas en el Cabildo sobre el Plan de Movilidad Urbana, y hasta podemos desgarrarnos las vestiduras por la pertinencia, o no, de la remodelación del Centro Histórico, pero hay temas que todos aplaudimos al mismo tiempo: cuando se abre una nueva escuela, un nuevo hospital, una ruta del ViveBus o un concierto de Juan Gabriel. Son éstos elementos democratizadores de la sociedad, porque son puntos de convergencia donde hay común acuerdo, ya que todos creemos que es lo correcto, solamente un necio o un loco diría lo contrario. En ese sentido, lo más intenso que se escucha en la calle o se lee en las redes sociales es, por ejemplo, cuando alguien dice en Facebook “¡abran los ojos el concierto no es gratuito, lo pagamos con nuestros impuestos!”, algo que además de obvio suena hasta ingenuo, pero que remata en el mismo comentario con “…¿alguien tiene boletos? plisss…”.
Para el sociólogo Pierre Bourdieu, existen al menos tres formas de representación simbólica del poder, la primera es el poder económico, que tiene una relación estrecha con el poder político y, por lo tanto, con la dominación de un grupo social a través de las leyes y el gobierno, a lo que llamamos hegemonía. Aquí el poder se muestra con el control y el sometimiento, si es necesario se hacen las cosas a la fuerza (y casi siempre es necesario); la segunda forma es el poder social, que es un complejo entramado de relaciones que se presentan entre amistades unidas con favores mutuos que se convierten en obligaciones futuras. Aquí la coacción es moral, las personas hacen algo por un compromiso previo; y, la tercera forma de representación simbólica del poder es el capital cultural, sin duda el más complejo porque se mide a través de bienes intangibles como lo son los conocimientos y aptitudes que tiene una persona, con lo que logra el reconocimiento y legitimación de la sociedad, algo que por regla se presenta de forma espontánea.
En ese orden vamos a ver cómo funcionan en la realidad estos capitales, observemos primero el capital simbólico del poder económico y el poder político, que están íntimamente ligados desde su raíz, sobre esto es posible decir que en el concierto de Juan Gabriel se observa a través del estudio de la distribución del espacio, para lo cual es necesario determinar un centro, en este caso, la representación simbólica del poder político se ubica en el gobernador y a su alrededor, para ser más claro, podemos hacer un ejercicio de imaginación, dibujando anillos, así encontramos el primer círculo (llamado también burbuja o el aro), donde están los más cercanos al poder, después en un segundo plano quienes representan otro nivel de cercanía al poder y así hasta llegar a doña Chonita que estará en gallopa y que, geográficamente estará más lejos, pero no afuera.
En ese contexto, estos eventos muestran el ritual de la política mexicana, donde la cercanía con el centro del poder representa todo y hay quienes son capaces de aventar a su abuelita con tal de acercarse a ese centro, porque en ello se les va la vida. Me pregunto qué pasaría si el gobernador se sentara en la última fila.
Continuando con esto, si usted tuvo suerte y alcanzó un pase VIP para estar después de la valla, quiere decir que es usted un afortunado cercano al poder político y económico, o bien, que acudió a la segunda opción, que es la representación simbólica del capital social, quiere decir que usted es amigo, compadre o estudió con alguien que tiene poder político y alguna vez le hizo un favor, así que adquirió el derecho de pedir otro favor, en ese caso, un boleto para el concierto de Juan Gabriel, entonces pudo usar su red de relaciones sociales para obtener ese beneficio.
Y, finalmente, el capital cultural, que son todos aquellos conocimientos y aptitudes que tiene una persona y con los cuales logra el reconocimiento de la sociedad, algo que no se compra con dinero, ni se hereda, ni se otorga por decreto, en este tipo especial de capital simbólico el mejor ejemplo es Juan Gabriel, porque su obra es tan reconocida que lo ha convertido en un icono de la cultura popular mexicana, pero además el cariño y aplauso del pueblo mexicano lo hacen un artista único.
Juan Gabriel es tan importante para los fronterizos, que cuando un mexicano anda en el extranjero canta el “Cielito Lindo”, pero cuando un juarense anda fuera de su tierra debe cantar “Juárez es el number one”, así que muy merecido el homenaje del gobierno y el mural en honor a Juan Gabriel, que es un eco de la sociedad que aplaude al artista y al ser humano, gracias a su capital cultural y la aportación a la vida e historia juarense, ¡Bravo para el Divo de Juárez!